En la mañana del viernes 8 de junio del 2018 un escueto titular anunciaba: «El Chef Anthony Bourdain ha sido encontrado muerto. Tenía 61 años.» Lo confirmaba CNN, canal para el cual desarrollaba la serie Parts Unknown. El cubrimiento noticioso de los medios angloparlantes abordaban el asunto con una sensibilidad inconcebible en nuestros violentos e intolerantes países latinoamericanos donde falta poco para que transmitan masacres en directo. CNN informaba de un ahorcamiento en el baño de un hotel en Francia. Anderson Cooper se dirigían a los espectadores con una preocupación que parecía real, insólita para los que estamos habituados al cinismo de los presentadores de los hegemónicos medios colombianos. Cooper repetía los números de teléfono que aparecía en un extremo de la pantalla y convidaba a los televidentes a llamar en caso de sentir impulsos suicidas, que según explicaba, venían multiplicándose de manera contagiosa desde que Trump comenzó a aplicar políticas arbitrarias.

Ese sensible cubrimiento mediático me hizo pensar en el estado de la salud mental del pueblo colombiano, insensibilizado ante dolor y la muerte hasta el punto de que siete millones de personas votaron en la primera vuelta por el candidato presidencial que prometió reactivar el conflicto armado. ¿Por qué el Ministerio de Salud no publica investigaciones en relación a las cicatrices de la guerra? ¿No es necesario saber cómo remediar el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión? Viendo aquellos reportes noticiosos sobre la muerte de Bourdain no pude evitar pensar que estamos peor de lo que creía. En nuestro país los programas noticiosos viven de exacerbar el miedo, para luego pasar imágenes de “exitosas” campañas militares. Con el cuento de que somos el país más feliz del mundo nos están empujando a un estilo de vida en el que la psicopatía, la depredación, la competencia individualista, la extroversión, el cinismo y el narcisismo se han convertido en los nuevos ideales.

A diferencia de los medios noticiosos norteamericanos, los medios nacionales se apresuraron a publicar documentos donde el ángulo era la visita de Bourdain a nuestro país. No podían dejar de mirarse el ombligo. Con ese abordaje banal enfocado sólo al aspecto gastronómico fue evidente que en Colombia lo percibían sólo como otro gringo excéntrico al que le gustaba comer cosas raras, perdiendo de vista sus tres dimensiones: chef, cronista/escritor y trotamundos.

¿Por qué en Latinoamérica no era percibido en sus tres dimensiones? Quiero pensar que el problema radica en que la mayoría de los espectadores conocieron al Bourdain de los subtítulos, que al final sólo sintetizan las ideas principales dejando por fuera la complejidad de matices sonoros, la cadencia y  el humor.

Fue esa injusticia hacia su trabajo periodístico lo que me impulsó a escribir esto.

Bourdain definía la serie Parts Unknown de CNN como una serie de ensayos desde zonas conflictivas, en comparación a No reservations que catalogaba como un ejercicio auto indulgente que buscaba involucrar al espectador por medio de experiencias sensoriales. Desde los tiempos de No reservations fueron evidentes las similitudes con el periodismo Gonzo (ver el capítulo titulado «Vegas»). Las crónicas de Bourdain, como las de Thompson, siguen la tradición norteamericana de los escritores exploradores y aventureros que tiene en Ernest Hemingway y Joseph Conrad dos de sus mayores referentes. Anthony Bourdain, al igual que Hunter S. Thompson, desarrolló un estilo cuyo valor yacía en interrogar más que en afirmar categóricamente. Ambos usaban del humor para derribaban las defensas de sus interlocutores, obligándolos a revelar su verdadero rostro. Los que se tomaban demasiado en serio se incomodaban y adquirían características de villano, con los demás establecía vínculos fraternales (ver «Jamaica» de la serie Parts Unknown). Su capacidad empática era providencial, lo que le permitía extender puentes sin esfuerzo (ver «Trinidad», de la serie Parts Uknown, y «Boston-Southie», de la serie No reservations).

En la década de los sesentas, antes de lograr el estatus de celebridad tras publicar Hell´s angels, a terrible and strange saga, Hunter S. Thompson recorrió Latinoamérica, desde Aruba a Brasil. Fue en ese viaje donde nació lo que luego llamaría periodismo Gonzo (ver «Diálogo epistolar de un viaje entre Aruba y Rio»). Una vez de vuelta en casa escribió uno de los reportajes más viscerales que se haya hecho sobre la élite norteamericana: «The Kentucky Derby is decandent and depraved.» El artículo le abriría las puertas al mundo editorial y le cambiaría la vida de la noche a la mañana, tal y como pasó con Bourdain, quien a los 44 años escribió el artículo humorístico «Dont eat before reading this (A New York Chef spills some trade secrets)» publicado por The New Yorker. En menos de una semana conseguiría un contrato editorial para publicar Kitchen confidential (Adventures in the culinary underbelly). Casi de inmediato obtendría una oferta para realizar su primera serie de televisión. Lo demás es historia. En su corta carrera como escritor produjo una docena de libros, entre novelas policiacas, novelas gráficas y libros de no ficción. Además produjo múltiples series audiovisuales

Bourdain, como muchos nacidos en las américas, era hijo de las migraciones, en su caso, descendiente de franceses. El vínculo con la tierra de sus ancestros era tan fuerte que fue ahí donde decidió terminar con su vida. Para entender lo significativo que era para él esa herencia cultural basta ver el capítulo de No reservations titulado «Beirut», en el que sólo lograron grabar un día antes que se desatara la guerra. El resto del capítulo se desarrolló dentro del hotel mientras esperaban que la embajada enviara a «Mr. Wolf» quien los transportaría al lugar secreto donde los Marines embarcaban a sus nacionales para llevarlos a un portaaviones. En medio del forzoso arresto domiciliario decidió preparar un platillo francés que le regresó la alegría al equipo de producción, y que permitió además grabar un clímax agridulce para ese episodio que parece más una crónica de guerra que un programa gastronómico. Viendo ese capítulo es imposible no pensar en otros documentos escritos por periodistas de guerra, como La caída de Bagdad de Jon Lee Anderson, un reportaje tejido con tanta fineza humanística que a ratos olvidas que documenta una tragedia, o Ébano de Kapuscinski, indispensable para comprender como los que están habituados a las penurias sobrellevan las angustias como si fueran un mal menor.

Tanto Hunter S. Thompson como Anthony Bourdain fueron aventureros inconformes que denunciaban sin cortapisas. Fueron la voz de los silenciados, los oprimidos, la voz de las minorías, y en muchas ocasiones arriesgaron el pellejo sin ser periodistas de guerra (ver «Cambodia» de la serie No reservations). Bourdain y Thompson encarnaban ese periodismo que está en vías de extinción, independiente, comprometido, un periodismo que se involucra con las causas de los más pobres, los hambrientos y los débiles.

Desde aquel fatídico viernes 8 de junio no dejo de pensar en las palabras con las que Raoul Duke, alter ego de Hunter S. Thompson en Fear and loathing in Las Vegas, definía a su abogado Dr. Gonzo: «Ahí va uno de los prototipos exclusivos de Dios. Demasiado raro para vivir, demasiado extraño para la reproducción masiva.»